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La Semana Santa en América Latina

La Semana Santa es una fecha clave para el cristianismo, puesto que conmemora el calvario de Cristo hacia la Cruz y finaliza con la celebración de la Pascua de la Resurrección de Jesús. En América Latina, esta celebración despierta fervorosas pasiones entre los fieles

Dejando de lado los debates éticos, lo cierto es que el legado cristiano en Latinoamérica ha sido enorme. Prueba de ello son los multitudinarios festejos que tienen lugar en todo el continente en ocasión de Semana Santa.

En El Salvador la tradición es celebrada de manera teatral. Durante “Los Encuentros”, se representa la búsqueda que hace María de su hijo Jesús en medio del Calvario. En Texistepeque, población del noroeste, el lunes de la Semana de Pasión unos hombres disfrazados con túnicas y máscaras rojas y armados de látigos azotan a quienes buscan redimir sus pecados. Los victimarios son llamados talcigüines, que significa hombres endiablados en náhuatl. Mientras dan latigazos a diestra y siniestra, un hombre disfrazado de Cristo los enfrenta con la mirada y los enmascarados se rinden ante él.

En Lima, los fieles recorren siete iglesias rememorando el Vía Crucis en medio de los olores del sahumerio y de la comida tradicional que se ofrece en las calles. Además, miles de limeños subirán el cerro de San Cristóbal para ver la representación del calvario. Otra escenificación del Vía Crucis ocurre en Paraguay. En Tañarandy se celebra una antigua procesión nocturna de tres kilómetros, iluminada con 5 mil antorchas y 4 mil candiles.

En Cuba, después de la histórica visita de Juan Pablo II en 1998, fueron restablecidas las procesiones, que llevaban 40 años sin salir a la calle por orden del gobierno y para este año están previstos los recorridos del Vía Crucis y el Santo Entierro. La celebración también es enormemente popular en Puerto Rico, donde el 85 por ciento de su población, de alrededor de cuatro millones de personas, profesa la fe católica. Allí se hacen más de 100 puestas en escena de la Pasión y Muerte de Jesucristo.

En Colombia, en la sureña Popayán, además de procesiones, se lleva a cabo un festival internacional de música religiosa, y en Santo Tomás, en el otro extremo del país, la Semana Santa se vive de un modo descarnado: decenas de hombres, con el rostro cubierto por una capirote y el torso desnudo, se flagelan la espalda para agradecer los favores recibidos.

Por su parte, los mexicanos, que se declaran católicos en un 90 por ciento, podrán participar de la representación de la Pasión de Cristo en el sureño distrito de Iztapalapa, que tiene 164 años de historia y congrega a cerca de dos millones de personas. En Caracas, la tradición manda acudir el Miércoles Santo a la iglesia San Capilla para honrar la imagen del Nazareno. El jueves y viernes se hacen recorridos por siete templos para pagar promesas y agradecer los favores recibidos.

Éstos son sólo algunos ejemplos de cómo se vive esta tradición cristiana en Latinoamérica. Una vez más, la fuerza de los ritos y el fervor de los festejos parecen sobreponerse al análisis retrospectivo más crítico. Sin embargo, en tanto estas prácticas no obstaculicen el ejercicio de una memoria activa, el espíritu de unidad que evocan seguirá siendo de gran valor para todas las comunidades de nuestra tierra.