A principios del siglo XX, en Latinoamérica, para poseer una licencia de conducir debían satisfacerse dos requisitos: Pertenecer a una clase alta y al sexo masculino. Por eso es que la historia de Macorina, la cenicienta cubana, es por demás especial.
Esta popular figura, que se ganaba la vida con “la profesión más antigua del mundo”, se convirtió en la primera mujer cubana y caribeña en conducir un auto sin pertenecer a la clase burguesa. Además, consiguió la primera licencia de conducir.
La de Macorina es otra de esas grandes historias femeninas de superación personal y social que pueblan la cultura latinoamericana.